255. He learned from his parents
25. Los padres del alumno: clave en el aprendizaje de los hijos
Me contaba un compañero profesor que él ha llegado a conocer por las tutorías a padres que tienden a delegar la educación y el seguimiento de los estudios en los profesores de sus hijos. “Para eso ya están los profesores”, piensan.
Y la verdad es que los primeros y que más influyen en el trabajo y en la manera de trabajar de los hijos e hijas son, definitivamente, los padres.
Lo primero que educa a los vástagos es el ejemplo, la propia actitud de los progenitores ante el trabajo, y la propia lucha por mejorar ellos mismos.
Se da también el caso, a veces a la vez que ese delegar en los profesores, de algunos padres que son superprotectores, ahogadores (¿la madre más, aunque también el padre?) que no dejan respirar al chico, que no dejan que él desarrolle su manera particular de estudiar y hacer los deberes. Todos conocemos a madres sobre todo (quizá se preocupan más de los hijos que el padre, al parecer, que muchas veces está allí, en una especie de segundo plano), a madres, digo, que estudian para y por la hija, o el hijo: se lo dan mascado, e incluso le hacen los ejercicios, y lo seguirán haciendo hasta el día en que ellos se vayan a la mili.
Está demostrado que es mejor orientar al hijo, a la hija, por medio de una conversación (una conversación, y otras después, pero sin atosigar), tranquila, de tú a tú, en que más que imponer un método al hijo, el padre o la madre se interesan por sus estudios; preguntan (¡qué importante es preguntar, y más escuchar, escuchar!); negocian entre los dos; se interesan cuándo tiene exámenes y cómo le han ido; qué está aprendiendo en Conocimiento del Medio y en Matemáticas; cómo se encuentra en clase; se le sugiere que enseñen su material de trabajo (¡contando con su permiso!) sin intención de fiscalizar, sino de apoyar al chaval; reírse con él y con ella, distendidamente; contando con la chica o el chico sobre la manera de trabajar y preparar los exámenes; echando la pelota a su tejado; contando siempre con su responsabilidad... y dejándole libertad.
A los hijos también se les puede sugerir modos de estudiar, pero contando con los que el hijo vaya prefiriendo y aprendiendo por sí.
Decía una madre que aprovechaba el momento en que una de las hijas estaba ya acostada por la noche, para hablar con ella, en un ambiente sereno, que facilita la confidencia.
Con lo dicho, el hijo tiene que aprender así a aprender su profesión de ahora, que es el estudio.
Es verdad por otro lado, que la hija, el hijo, esperan criterios claros de sus padres a los que asirse, pero, como digo, contando al mismo tiempo con que él, ella, resuelva sus pequeños y grandes problemas. Negociar asimismo con él su horario de estudio. Por cierto que aconsejan los expertos que no vea la tele antes de estudiar, porque le descentra y después le cuesta más concentrarse. ¿También le dificultará la concentración en el estudio y deberes manejarse con Internet?
Los padres tratarán a cada hijo como tratan a una persona mayor, inteligente, libre, aun sabiendo que todavía es un niño o un adolescente. Los niños son niños, pero no tontos. Y esperan que les razonemos las cosas, y que les tratemos como a personas mayores. Y que les escuchemos. Alguien decía que debes tratar a tu hijo mejor de lo que es, y llegará a ser mejor; al contrario, si le tratas como a un inmaduro incorregible, no mejorará...
Para terminar, el padre o la madre sugerirán, en esas conversaciones a solas, metas, también a corto plazo (hoy, esta semana), animantes, deportivas, estimulantes, preguntando por estas en la siguiente conversación o pasado un cierto tiempo; y alabar discretamente sus logros, y preguntarle cómo va serenamente a resolver ella, él, las malas notas.
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